Los grandes medios de comunicación no quisieron decir absolutamente nada y omitieron la investigación del periodista Seymour Hersh, premio Pulitzer de 1970, quien logra descubrir a los que colocaron las cargas explosivas bajo los gasoductos Nord Stream el año pasado. De acuerdo a la investigación periodística, la destrucción del gasoducto Nord Stream se produjo un tiempo después de la colocación, cuando los dispositivos fueron activados de forma remota. Por supuesto, se les trastornó la información a las transnacionales de la comunicación que actúan en defensa de los intereses del imperialismo norteamericano. Fueron incapaces de informar y motu proprio silenciaron la noticia, o mejor dicho, callaron y cayeron en una especie de “afasia colectiva”, según el portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Wang Wenbin, quien declara que los medios occidentales han enmudecido al saber que el periodista Seymour Hersh le atribuye a EEUU esa acción terrorista.
Sea en lenguaje traslaticio o metafórico lo que declaró el portavoz de China, la mediática omisión la hicieron colectiva, con toda la intención de ocultar la autoría del sabotaje. Cada vez más la historia de la humanidad se convierte en una carrera entre la comunicación y la catástrofe. Les cuento que cualquier situación era imaginable en la década de los 80 del siglo pasado cuando se estudiaron los problemas de la comunicación y apareció aquel famoso informe “Un solo mundo, voces múltiples” bajo la dirección de Sean MacBride. En ese entonces era asesor jurídico del CNP y participé con los periodistas en el estudio de las nuevas tecnologías de la comunicación. Aquel texto tocó el tema de los poderes y la información, con una preocupante interrogante: ¿informar a la opinión, gobernarla o manipularla?
La utilización de la información para manipular a la opinión pública se convierte en catástrofe con la guerra de las mentiras contra la verdad y con el silencio o la degradación de la información por grupos mediáticos que ejercen la presión para imponer versiones de hechos como verdaderos. Ahí está la explicación de la incapacidad o dificultad para informar cuando el hecho noticioso desnuda la verdad que ocultan los imperios económicos y financieros del mundo, en tanto los medios que se corresponden con esos intereses callan y caen a la manera de una “afasia colectiva”. Eso es corromper la información por omisión.
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